sábado, 25 de julio de 2015

Hyde Capítulo 01

HYDE


Baal Fausto Aramizaél Kurioz

Chapter 01 Orgasmos en la cama de al lado

“Y hay una fina línea
Dibujada entre cordura
Y demencia...”

John H. Peel

            La mañana era fría en la mansión Strawberry, no había dejado de llover desde hacia dos semanas ya, el temporal hacia relucir su llegada, los árboles hacían parecer aun mas sombría y opresiva la atmósfera, dándole a todo un aire triste, como de película vieja... en sepia... con olor a polvo, ha guardado, a viejo...
            En Miatre, todo lucia lúgubre, las aulas se veían siniestras cuando no había nadie, todo a media luz, y afuera el al parecer eterno repiqueteo de las gotas de lluvia cayendo, el silencio en las habitaciones, y la eterna media luz...
            –Yumiko-chan, ¿Estas segura de que esto es estable?
            –Tan segura como de que somos las mejores amigas, Tamao-chan...
            Unas sombras jugueteaban en la media luz... un pequeño punto brillante, ¿Quizás un frasco?
            –Bueno... con esa seguridad... pues está bien, ¿Cuánto?
            –El frasquito de “Glitters” por precio inicial será de 8000 yenes.
            –¿No te parece caro?
            –Venga, no tendrás miedo...
            –¿De que?
            –De usar algo nuevo... ¿Es que acaso preferirás siempre apestar a esa maldita hierba?
            –Le tengo mas fe a lo natural que a lo químico...
            –Pero cada vez es mas difícil introducirla, sabes bien que los saquitos de té no son muy fiables... además piensa un poco en mí... solo consigo esa porquería para ti... estás atrasada en la materia, lo de hoy son los químicos, fáciles de portar, difíciles de detectar, y con un efecto mil veces mejor... además de que no te dejan apestando a cloaca... ya sabes, las chicas cada vez elevan sus virtudes...
            –Yumiko, no me hagas reír. La semana pasada una pobre infeliz murió por una sobredosis... ¿Y que hay de la antepasada? ¿Y de las horribles marcas de agujas que dejan las porquerías químicas?
            –Te decía que estabas atrasada, ¿Heroína? ¿Cocaína? ¿Crack? Por favor... estamos hablando que ésta joya solo se inhala, no es tan brutal como la coca, no sangras, no te arruina las fosas, además ya está medido, si eres lo bastante entupida para pasarte de la dosis recomendada no puedo garantizar nada, pero si respetas la medida... entonces tendrás dulces sueños... ¿Qué me dices?
            –¿Y cual es la medida?
            –La medida es lo que –sacando una pluma rosa, glamm –lo que se recoja en el medidor, que es éste. –Señalando la pluma, -se sacude un poco en el frasquito, para quitar los excesos y listo, solo tienes que oler el perfume la cara te quedará con destellos luminosos, te breñas linda. No más de una dosis cada 13 horas, el efecto durará más o menos 10, pero es sabio dejar que el cuerpo descanse.
            –¿Qué efectos tiene?
            –Relaja los nervios, inhibe el estrés... relaja tu percepción, eso si, te da sed, fuera de eso todo está bien, es posible que los primeros viajes sientas un leve dolor de cabeza cuando vuelvas, pero es normal, se cura solo, cuidado con lo que digas o hagas, porque estarás a un nivel mas o menos conciente, eso quiere decir que no perderás el control a menos que excedas la dosis... pero podrías decir o hacer cosas que te “nazcan” hacer... si estas en confianza, adelante, pero si piensas dar un paseo cuidado, fuera de eso, todo está bien, ¿Qué te parece?
            –¿Dices que relaja los nervios e inhibe el estrés?
            –Si... un Mix de batalla... para serte honesta, los “Glitters” en un principio fueron usados por soldados para rendir mas durante entrenamientos y en tácticas de guerra, pues la resistencia física y el aguante se aumentan.
            –Tecnología para hombres al servicio de las estudiantes de Strawberry... –observó Tamao divertida.
            –Sip, entonces ¿Le entras?

            Tamao observaba en la noche el frasquito de Glitters, brillaban como si fueran lo que aparentaban, una hermosa presentación para un veneno mortífero... ¿Qué pasaría si excedía la dosis? Bueno, no estaba dispuesta a ser conejillo de indias para su propia curiosidad, si la hacia sentir bien, estaría perfecto...
            Tamao se sirvió una ronda como Yumiko se lo había sugerido y estaba preparada para inhalarla cuando la puerta de su habitación resonó.
            –¿Quién es? –dijo Tamao vaciando el polvo de su uña al frasco.
            –Hikari, Tamao-chan, ¿Por qué no vienes a comer con las demás?
            –L-lo siento, no me encuentro muy bien... –respondió Tamao colocando el frasco en su colorera.
            –¿Puedo pasar?
            Tamao observó el frasco, tomó el cierre de la colorera y de un golpe lo cerró.
            –Está bien, Hikari-Chan, pasa...
            La puerta se abrió y se cerró.
            –Tamao-Chan... se que debió ser difícil separarte de Nagisa-Chan, pero... no puedes enterrarte aquí, sal con nosotras, es probable que conozcas a alguien...
            –No... No es eso, Hikari-Chan, lamento haberlas preocupado, solo necesito algo de tiempo...
            –¿Tiempo?
            –Si... es una tortura ver a mi Nagisa-chan de la mano de Shizuma-Sama.
            Hikari, que se había sentado en el colchón de la solitaria cama al lado de Tamao, agachó la vista, Yaya-chan también sufría lo mismo, pero al parecer lo estaba superando gracias a...
            –Pero no te debes dejar vencer, muéstrales que no te importa, trata de conocer a alguien...
            –Pero es que sí me importa y de momento no quiero conocer a nadie, sé perder, quiero perder con dignidad y retirarme en silencio, el primer paso que di fue separarme de Nagisa-chan... me mudé de habitación, aquí estoy sola, y si la veo solo es por las clases, ha intentado acercarse a mi... quiere que seamos amigas... pero yo no puedo ser solo su amiga...
            –¿Por qué no?
            –¿Sabes la tortura que eso conlleva?
            –... No... –respondió Hikari.
            –¿Sabes lo que es escucharla respirar en la cama de al lado y querer estar ahí vigilando sus sueños? ¿Mirarla dormir y saber que no puedes estar a su lado? ¿Verla soñar y saber que sueña con alguien que no eres tu? Peor... ¿Sabes lo que es escuchar que el cerrojo de la puerta se abre a mitad de la noche y sentir que tu corazón se detiene? ¿Escuchar el sonido de unas sabanas que se apartan y que un cuerpo sube al lado de tu ángel para... ¡¡Dios mío!! Hacer con ella lo que tu tanto desearías poder hacer? ¿Sabes lo agonizante que es escucharlas jadear? ¿Gemir? ¿Tener orgasmos en la cama de al lado? ¿La pesadilla que es taparte los oídos para no oírlo mientras lloras y pides en el encierro de la habitación de tu mente que aquellos acosos a tu cordura por favor paren? ¿Sabes lo que es eso?
            Tamao vertía amargas lágrimas y la voz se le quebraba más y mas a medida que hablaba y rememoraba las torturas a las que era sometida, Hikari guardó respetuoso silencio mientras permitía que Tamao se recuperara.
            Poco a poco, las lágrimas cesaron de brotar y la respiración de Tamao se normalizó.
            –Lo siento, Hikari-Chan, creo que he dicho cosas que no quería decir, perdóname...
            –No, Tamao, perdóname a mi... respeto tu decisión si quieres quedarte aquí...
            –Gracias, Hikari-chan.
            –¿Podría venir a visitarte de vez en cuando para que bebiéramos un poco de té y hablar de cosas mas agradables? Ya sabes, como antes...
            –Me encantaría... –dijo Tamao sonriéndole a Hikari.
            –Bueno, hasta mañana entonces...
            –Hasta mañana, Hikari-chan.

            Esa noche, las ventanas empañadas de la habitación de Tamao dejaban ver en el exterior una lluvia cruel y helada, las sabanas calidas y aun húmedas de sudor cubrían el cuerpo jadeante de Tamao la cual tomaba aire quedamente, de sus ojos entrecerrados brotaba una pequeña lágrima solitaria. La penumbra lo rodeaba todo.
            De pie, junto a la cama, una chica de cabellos largos y negros se acomodaba el moño en su pulcro uniforme escolar blanco, ensimismada, solo tenia ojos para la acción que estaba realizando.
            –Yaya-chan... ¿Te tienes que ir?
            La chica de cabello negro giró su rostro hacia Tamao.
            –Si, no puedo quedarme hasta mañana como siempre, lo lamento, Tamao-chan.
            –Lastima, me hubiera agradado que te quedaras conmigo, como siempre...
            –Si pudiera lo haría, pero hoy no puedo...
            Tamao se recostó boca abajo y recostó su rostro sobre la almohada.
            –¿Sabias que hoy vino a visitarme Hikari-chan? –dijo Tamao intentando hacer tiempo.
            –¿A verte?
            –Si, creo que ella y las demás están preocupadas por mi...
            –Es triste que no te interesen ellas...
            –¿Por qué dices eso, Yaya-chan?
            –Porque eres igual que yo... te marginas sola, te alejas del bullicio, te encantan las noches... la buena música, la soledad, la oscuridad, la luna... y sobre todo, las dos coincidimos en que estamos enamoradas de alguien que nunca nos corresponderá...
            –Yaya-chan, ¿Por qué hacemos esto? –preguntó Tamao debitando un poco.
            –Yo lo hago porque me agrada hacerlo contigo... aunque... la verdad lo único que detesto de tu conducta en la cama es cuando me llamas Nagi-chan... fuera de eso, me encanta hacerlo contigo... eres linda, tierna y atenta, algo difícil de encontrar hoy en día...
            –Es el dolor, cuando mas lo conocemos podemos ser más amables con los demás...
            –Amables dices...
            –Si... la amabilidad no es una debilidad, todo lo contrario a mi parecer es el símbolo supremo de fuerza sobre el instinto básico...
            –Tamao, cariño, ¿Y que es lo que tú y yo hacemos si no es dar rienda suelta a ese instinto básico cada vez que estamos juntas por la noche?
            –Acompañarnos, ser amables la una con la otra...
            –Pero no hacemos el amor...
            –No, por supuesto...
            –Entonces la amabilidad, esa fuerza de la que tanto hablas, ¿Es tu fuerza para defenderte de los demás?
            –Si... si soy amable, me trataran bien, si los respeto me respetaran, si los quiero me querrán...
            Yaya no pudo evitar una risa espontánea.
            –Lo siento, dulce Tamao, pero es que no pude contenerme... es posible que puedas pensar así realmente?
            –Por supuesto...
            –No quiero recordarte lo que nos paso por ser buenas con los demás... Amane se quedó con Hikari... y Shizuma te robó a Nagisa-chan, ¿Eso está bien? ¿Es lo correcto? No, si queremos lograr algo debemos ser mas agresivas... no pedir, despedazar a los rivales, acabar con la batalla antes de comenzar... escuché que Shizuma incluso te quitó a Nagisa en el altar de elección de Etoile... si yo fuera tu las odiaría a ambas...
            –No puedo odiarlas, mi filosofía no incluye al odio como una sensación necesaria.
            –Pues que bien puedes contenerte... lastima que yo no pueda ser como tu... nos vemos, Tamao-chan.
            –Espera, Yaya-chan, antes contéstame una última pregunta.
            –Hazla...
            –¿Tu odias a Amane y a Hikari?
            Yaya sonrió con dulzura a Tamao quien se ruborizó al ver tan celestial expresión.
            –Por supuesto que las odio, con toda mi alma... si estuviéramos a solas, Amane y yo, y yo tuviera un cuchillo, no daría un cuerno por ella... después seguiría con Hikari...
            Tamao palideció.
            –Buenas noches, dulce Tamao...

            Los relámpagos impiden poder dormir... el olor a lluvia, a tierra mojada... a hojarasca... a misticismo, en pocas palabras impedían que Shizuma Hanazono, pudiera conciliar el sueño, miraba como las gotas resbalaban por la ventana, recordaba el rostro de su amada Nagisa, sonrió en la obscuridad de su cuarto.
            –Nagisa... te amo... –le confesó al silencio.
            Una sombra se revolvió a su lado en la cama, la misma que se acomodó en su pecho amoroso y calido, pues era una fría noche.
            –Nagisa, mi amor... –ronroneó Shizuma al oído de la forma que estaba a su lado.
            Silencio...
            –Amor... ¿Duermes?
            La sombra movió la cabeza de manera negativa.
            –¿Me amas?
            Mismo movimiento.
            Shizuma sonrió ante lo que imaginaba una broma.
            –Vamos... dímelo... di que me amas.
            La sombra suavemente se levantó las sabanas y giró su rostro hacia Shizuma.
            –Te odio, Shizuma, ojala jamás te hubieras fijado en mi dulce Nagisa...
            Shizuma abrió los ojos, aquella con quien compartía la cama no era su dulce amor, era Tamao Suzumi, aquella con quien disputara el amor de Nagisa, la que honrosamente había decidido abandonar la batalla al ver que el amor de ambas hacia una elección.
            –S-Suzumi-san... ¿Qué demonios haces aquí? –dijo Shizuma azorada.
            –Vine para enseñarte el camino de regreso al cielo... “Estrella...” –dijo una voz gutural que no respondía a la dulce voz de Tamao.
            –¿Acaso te volviste loca? –espetó Shizuma aparentando
            –Si...
            –Tamao, ¿Qué pretendes hacer?
            –Tamao no está aquí... maldita cerda... llámame...
            La mano de Tamao se elevó, algo brilló en su mano, Shizuma pensó que sería un cuchillo, pero no... No brillaba una hoja fría y afilada aquella noche... era otra cosa, algo que tenia forma de asidera, de algo impreciso... algo como...
            Shizuma pudo advertir una sonrisa burlona en los labios de Tamao.
            –Puedes llamarme...
            Y aquella arma que Tamao blandía cayó con fiereza sobre el rostro nacarado y bien delineado de Shizuma.
            –¡¡Detente!! –gritó Shizuma debatiéndose en las horrorosas costas plutónicas de la pesadilla.
            Un bulto a su lado se levantó nada más al resonar su grito.
            –¿Qué ocurre, amor? –preguntó Nagisa, quien, desnuda como Shizuma la arropó entre sus brazos al notar que lágrimas de terror asomaban en sus ojos.
            –Fue... fue una pesadilla... oh, dios mío, solo un sueño...
            Nagisa sonrió y abrazó protectoramente a su dulce amor.
            –Tranquila, amor, solo fue un mal sueño... solo eso y nada mas...
            Shizuma poco a poco recobró el control de si misma y le contó a Nagisa su sueño.
            –¿Tamao-chan? –preguntó Nagisa entre asombrada y divertida.
            –Era ella... pero a la vez no lo era...
            –¿No te entiendo?
            –Era su cuerpo, su figura... su cabello, su piel, todo... pero... sus ojos... su boca... sus movimientos... y su voz... no eran los suyos... era como si fuera otra persona...
            –¿Y quien podría ser?
            –Por como le brillaban los ojos y la sonrisa en sus labios... yo diría que... el diablo...
            Nagisa a pesar de que encontraba absurdo y hasta divertido el sueño de Shizuma no pudo menos que estremecerse de un miedo inexplicable ante la última palabra de Shizuma.
            –El diablo dices... no lo creo... Tamao-chan no tiene nada que ver con ese señor... de solo verla... uno pensaría que es un ángel... un verdadero ángel.
            –Ahí radica la peligrosidad de algunos...
            –¿Qué quieres decir?
            –Nada... quizás tengas razón, quizás solo sea un estúpido sueño... volvamos a dormir, una pesadilla no me echará a perder la hermosa noche que estamos pasando.

            Tamao miraba el brillo celestial de los glitters los cuales centelleaban en el frasquito a cada relámpago, una detonación de guerra disparada del cielo contra la tierra, Astræa Hill, Strawberry Manor, todo eso lúgubre, como de película vieja, o poema necrológico.
            –Bueno, dulces sueños, Tamao-chan. –susurró Tamao espolvoreando un poco de glitters sobre la uña del dedo meñique.
            Una aspiración profunda, las fosas nasales que se estremecen con placer sin límites y un dolor sordo, venido de alguna parte de su cabeza.
            Antes del “Hit”, Tamao tenía un fuerte dolor de cabeza, sentía como si le golpearan las sienes con martillos, ahora el dolor se hacia menor... cada vez menor, cada vez mas soportable.
            Las pupilas de Tamao se dilataron enormemente, hasta que sus ojos de brillantes y claros que eran se pusieron en negro total.
            Los martillazos en su cabeza cada vez se volvieron más sordos, hasta que Tamao sintió como su cuerpo caía sobre las sabanas.
            Lentamente, la chica sintió como se hundía cada vez mas y mas en un extraño sopor, melodías de otras eras, imágenes de su pasado, todo eso giraba vertiginosamente a su lado, la voz de su padre, autoritaria, pero educada, imperativa, pero cordial, severa, pero a la vez suave.
            –Tamao, hija, te irás a estudiar al internado donde estudiaran mis hermanas, tus tías. Es un internado para señoritas con educación como la tuya, quiero que estudies ahí y que llegues a ser una virtuosa persona de bien, te quiero hija, y quiero lo mejor para ti...
            –No papá... no quiero que nos separemos... –dijo una niña de entonces 11 años. –no quiero que nos separemos, quiero que me leas poemas como todas las tardes, quiero que me cuentes las vidas de todos esos poetas que tanto me gustan... quiero estar contigo, papá... no me alejes...
            El rostro severo de un hombre maduro se mudó en austero y dolorido.
            –Lo siento, mi niña... pero ya estas inscrita... mañana te irás...
            Y así fue, no importaron los ruegos, ni las lagrimas, ni las promesas, ni nada... al día siguiente, Tamao sollozaba mientras viajaba en tren junto a su madre hacia lo que seria su próximo hogar...
            El viaje fue triste, el lugar lúgubre, el uniforme era propio de un funeral, pero así y todo, Tamao juró hacer el sueño de su padre realidad, se graduaría y su padre estaría orgulloso de ella.
            Siete meses mas tarde, Tamao se enteró de que su padre había muerto... un cáncer atroz lo consumía aun antes de que ella se fuera a Astræa, enviarla ahí fue su método de ahorrarle el sufrimiento de verlo morir, de verlo consumirse...
            Según su madre, las palabras de su padre fueron claras... “Quiero que Tamao me recuerde siempre como la ultima vez que me vio... quiero que siempre guarde de mi ese semblante... que guarde mi rostro... y que guarde todos los momentos que pasamos juntos... me alegro de que no me vea ahora... aunque me duele... me duele mucho no poder ver a mi dulce hija una ultima vez... para decirle que la quiero...”
            Tamao se guardó sus lágrimas... “Llorando hacia adentro” cuenta un adagio, durante su estancia en casa para los funerales no lloró, ni aun cuando su madre le había dicho las ultimas palabras de su padre, no lloró cuando bajaban el féretro a la fosa, no lloró de vuelta a casa, ni le tembló la mano cuando tomó aquello que su padre siempre llevaba consigo y que había sido dejado sobre el sillón en el que solía sentarse, Tamao observaba fijamente el BRILLO DEL METAL en aquello que su padre gustaba de juguetear mientras le contaba animadamente de William Blake, de Lord Byron, de Baudelaire, de Voltaire, de Diderot, de Poe, y de tantos, tantos otros, su padre amaba la poesía, y le había inculcado el amor por ella, era por eso que Tamao también amaba la poesía...
            Solo cuando volvió a Astræa, cuando desempacó sus cosas y apareció ante su visto aquello que visto bajo los rayos solares que se filtraban a través de las ventanas de su solitaria habitación cuando se decidió a llorar, y vaya que lloró, lloró por horas... y tanto hasta que cayó en brazos de la inconciencia.
            Los martillazos resonaban aun en los oídos de Tamao, pero ya no eran martillazos, eran más bien como tambores lejanos... y tampoco estaban mas en su cabeza, estaban afuera, de ese improbable afuera, Tamao abrió los ojos para descubrirse en una habitación larga, dividida en dos partes por el centro, la parte donde estaba ella estaba iluminada, brillantemente iluminada, un sillón de respaldo alto, forrado en satín rojo, al lado del cual había una rica mesita de refrigerios sobre los cuales yacía intacta, una botella de vino blanco, una copa de cristal fino y cigarrillos franceses, en la pared que estaba tras el sillón, cuadros que representaban a bailarines enmascarados que tenían como fondo el Jardín de las Tullerías en Francia, había mas cuadros, todos representaban escenas que la extasiaron, bailes de mascaras nocturnos, luces de luna, magia, hechizo, romance y amor... todo eso con marcos exquisitos en oro.
            Solo algo no le gustaba del todo a Tamao, y era ese tamborileo constante, giró en torno suyo hasta descubrir la Otra parte, la parte obscura, literalmente, estaba en penumbras, pero Tamao notó que en la parte iluminada había una rica alfombra color azul cobalto sobre la cual se ostentaban pisadas rojas mancillando el perfecto azul, dichas pisadas caminaban de la parte iluminada hacia la parte en penumbras.
            Y el tamborileo provenía del otro extremo de la habitación, Tamao entró en la penumbra y caminó, poco a poco sus ojos se acostumbraron a la obscuridad, y en la pared contraria a la del sillón con alto respaldo había una pequeña silla giratoria, la cual rechinaba bajo el peso de alguien que jugueteaba con algo, unas manos enfundadas en recios guantes de piel negros jugaban con un largo bastón negro con empuñadura de metal forjado, pesado, pensó Tamao, sobre todo porque la empuñadora fingía una garra de dragón sujetando una amatista, los ojos de Tamao poco a poco se abrieron enormemente al reconocer que aquel bastón que las manos empuñaban era ni mas ni menos... QUE EL BASTÓN DE SU PADRE.
            La sombra, pues aquellas manos tenían un cuerpo, movía la cabeza de acuerdo a los golpecillos que daba al suelo con el bastón y que eran el molesto tamborileo que Tamao había llegado a aborrecer.
            –Por fin has llegado... –murmuró una voz gutural.
            Tamao se estremeció.
            –He estado esperándote pacientemente, esperando el día en el que cambiaras de vista, largos años aguanté aquí hasta que decidieras dejar de ver esas mascaradas... y que miraras hacia aquí, hacia las penumbras... y por fin estás aquí...
            La sombra se levantó y sin dejar su tamborileo dio dos pasos hacia Tamao.
            –¿Q-quien eres?
            –¿No tiene el cadáver un rostro familiar?
            Tamao se puso blanca al recordar que se estremecía de miedo cuando su padre le leía aquel poema de Blatty, en concreto aquel verso...
            –¿Quién eres?
            Una sonrisa apareció en medio de la obscuridad, una sonrisa brillante, y por un instante toda la habitación se iluminó de golpe, Tamao cerró los ojos por el golpe de luz y poco a poco comenzó a recuperar la visibilidad notando así el estado de deterioro del cuarto que antes estaba en penumbras.
            A parte de la silla desvencijada en la que su interlocutor estaba sentado, notó que el suelo no estaba alfombrado, que era de madera muy vieja, polvoriento y que de vez en cuando una rata cruzaba corriendo en alguna esquina para internarse en algún agujero de la desvencijada pared, la cual yacía sin pintar, y en vez de ostentar delicadas obras de arte como al otro lado, tenia rudos dibujos hechos a lápiz, otros con una especie de tinta café, todos representaban ya fuera a monstruos probablemente dibujados por alguna mente infantil en burdas crayolas, hasta fotografías de escenas grotescas, destripamientos y mutilaciones.
            Tamao tuvo que taparse la boca para no vomitar al ver que al lado de la silla desvencijada había una mesita de TV corroída por el óxido sobre la cual había una botella que contenía liquido rojo, probablemente vino tinto, probablemente sangre, pero al lado de la botella había un plato que contenía comida en tal estado de putrefacción, que hasta las ratas dudaban en acercarse a aquella mancha entre verde y amarilla que alguna vez, quizás, fuera comida.
            Hasta que la sombra se puso frente a ella, vestía de negro, de pies a cabeza, de hecho vestía el uniforme invernal de Miatre, botas altas, con plataformas. La cara de Tamao fue subiendo de los pies a la cabeza, las manos de aquella sombra eran largas, blancas y al parecer suaves, empuñaban el bastón de su padre con dedos fuertes, los cuales estaban rematados en uñas esmaltadas de negro.
            Subió más y más, hasta llegar al rostro, los ojos de Tamao se abrieron desmesuradamente, de horror, de sorpresa, de miedo...
            –Bienvenida, querida... a tu pesadilla... –Le contestó la sombra la cual era ni más ni menos que su misma figura.

            –¡¡¡Auxilio!!! –Gritó Tamao despertando de súbito, el sudor perlaba su nívea frente, y sus labios luchaban por introducir aire a sus pulmones.
            Tamao miró a su alrededor, aun estaba obscuro, ¿Cuánto tiempo había dormido? Miró el reloj, las tres con cuatro de la madrugada, solo habían pasado tres horas, a ella le parecieron eternidades, y sorpresivamente, Tamao notó que el dolor de cabeza había desaparecido, así como el efecto de los glitters, lo supuso pues no sintió ningún efecto eufórico, pero definitivamente el estrés se había ido, claro, salvo por la pequeña pesadilla retorcida que había tenido, pero en fin, Tamao supuso que solo había sido un sueño fruto de su primera experiencia con glitters.


Continuara

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