HYDE
Baal Fausto Aramizaél Kurioz
Chapter 02
Catarsis Total
“El Hombre Nace por el miedo
Y muere por el Miedo...”
Paul Naschy
El
principio del día, obscuridades disimuladas por una falsa e insuficiente
sensación de luz, una falsa luz, una falsa y discordante sinfonía de luces y sombras.
Tamao
miraba por la ventana, el cielo gris del amanecer no cambiaba demasiado en su
apariencia, las nubes ensombrecían los árboles.
–Ya
es de día... –pensó Tamao apartando las sabanas de su cuerpo.
El
silencio en su habitación la hacia añorar los dorados días del pasado... cuando
todos los días escuchaba una voz, sentía una presencia... y podía sentirse
acompañada...
–Buenos
días, Nagisa-chan... –murmuraron sus labios temblorosamente.
Cuarenta
y cinco minutos más tarde, Tamao salía de su habitación totalmente arreglada,
fresca y lista.
Bajaba
las escaleras cuando se encontró cara a cara con Nagisa acompañada de Shizuma,
las dos iban a la vanguardia, bajando los escalones con lentitud, hablando
vivamente, mirándose tiernamente, hablando de mil y un cosas... y Tamao deseó
haber esperado más para decidir bajar.
Shizuma
notó la presencia de Tamao en el descanso de las escaleras y rememorando su
sueño se le quedó mirando de manera extraña.
Tamao
a su vez se le quedó mirando a Shizuma a los ojos, sus miradas emitieron
chispas, la mirada casi fiera de Shizuma y la dulce pero retadora mirada de
Tamao.
La
estatua de la Virgen Maria las contemplaba con piedad, con recato, como
observándolas desde una paralela dimensión ajena a aquella en la que se desarrollaba
esta historia, como burlándose de ellas.
–Buenos
días, Tamao Suzumi... –dijo Shizuma queriendo que Nagisa la escuchara.
–Buenos
días, señorita Shizuma Hanazono, buenos días, Nagisa-chan.
–Buenos
días, Tamao-chan... tanto tiempo.
–Ciertamente...
La
escena se estaba tornando tensa, si no pasaba algo pronto, la tensión podría
detonarse como una onda terrible.
–Nagisa,
cariño, ¿Por qué no te quedas un momento a conversar con Suzumi-san? Seguro
tendrán demasiadas cosas que decirse.
Nagisa
enrojeció.
–E-está
bien...
Yaya
caminaba por el jardín, eran aburridos los días sin clases para ella, aunque
claro, siempre había deberes que hacer. Pero desde que salió del coro, su
tiempo le rendía más de lo que deseaba a veces.
Miraba
absorta el cielo azul, su triste paseo la llevó por olvidadas veredas, caminos
que le dolían, y era por el doloroso camino del recuerdo que su mente divagaba.
–Tamao-chan...
¿Estarás en tu habitación? Quiero verte...
Yaya
pensó en Tamao, y se maldijo por su egoísmo, por quererla únicamente para...
Espera
un momento... no era solo eso... era algo mas... era algo mutuo... Tamao la
escuchaba y la consolaba en momentos como ese, y cuando Tamao estaba en las
mismas circunstancias, Yaya la consolaba, animándola o simplemente escuchándola
y abrazándola mientras el llanto brotaba de sus ojos como si de manantial se
tratase.
–Definitivamente
tengo que verte, Tamao-chan.
Tamao
caminaba del brazo con Nagisa, ya se le había olvidado lo que era ese
sentimiento de seguridad que solo al lado de su amada sentía, por dios y como
la amaba.
Su
olor, su piel, su cabello, la forma de su nariz, de sus ojos, el color de sus
ojos... bueno, para no alargarnos demasiado, toda entera... como la amaba.
Nagisa
miraba los árboles, estaban reverdeciendo.
–Nagisa-chan...
–Tamao-chan...
Las
dos se miraron y se sonrieron por haber pedido la palabra al mismo tiempo.
–Dime,
Nagisa-chan.
–¿Sabias
que pronto Miatre abrirá el nuevo curso de Universidad?
Tamao
sintió que el corazón se le detenía...
–Por
lo visto no, –dijo Nagisa entusiasmada. –bueno, Shizuma me lo contó hace poco,
ella y nuestras demás senpais se quedaran mas tiempo dependiendo de lo que dure
su carrera, ¿No es grandioso Tamao?
Tamao
sintió como la voz de Nagisa poco a poco se iba alejando de si... como poco a
poco se iba difuminando en un largo y eterno túnel...
Sintió
por primera vez que perdía su alma... que se le iba de las manos y solo le
quedaba el vacío total... y lloró, lloró en su interior por haber perdido su
alma, era lo único que le quedaba después de perder a Nagisa ante Shizuma, lo
único que le quedaba ahora se le iba de las manos en un terrible torbellino de
soledad.
–Estoy
muy feliz, Nagisa-chan, así podrás estar con Shizuma-sama mas tiempo... de
verdad que estoy muy feliz por ti...
Yaya
caminó durante mucho tiempo, mas del que esperaba, mas del que pudiera imaginar
para encontrar a Tamao... hasta que por fin la encontró, estaba sentada en una
mesa alejada del bullicio del salón comedor, la comida que habían servido se
enfriaba junto a ella.
La
pluma temblorosa de Tamao escribía con letra trémula, llenando línea tras
línea, ensimismada, tan ensimismada que ni siquiera noto que Yaya se sentaba a
su lado.
Algunos
minutos mas tarde, la pluma cayó al lado del cuaderno de notas de Tamao, la
cual escondió su rostro entre sus manos temblorosas mientras leves jadeos
brotaban de sus labios, lloraba.
–Tamao-chan...
–murmuró Yaya.
Tamao
levantó el rostro y por fin se dio cuenta de que Yaya estaba frente a ella,
sonriéndole con ternura y tristeza a la vez, las pupilas le temblaban a manera
de que Tamao se dio cuenta de que ella también estaba a punto de llorar.
La
puerta se cerró detrás de Tamao, el cuaderno de notas cayó al suelo, los pies
de Yaya estaban frente a los de Tamao a escasos centímetros, ningún ruido en la
habitación, salvo quizás el zumbido de alguna mosca, si acaso.
A
los pies de ambas primero cayó un saco color blanco, luego dos moños amarillos,
después un vestido negro, luego una falda blanca, un prendedor de cabello para
al final caer dos blusas blancas.
La
cama rechinó cuando dos sombras se dejaron caer sobre ella, los besos, las
caricias, los abrazos largos e interminables y el calor...
Palabras
sobraban en ese instante, eran algo innecesario... los cuerpos hablaban su
propio lenguaje creando la poesía mas sublime que cualquier idioma en el
universo podría componer jamás.
Las
manos suaves de Tamao acariciaron la espalda desnuda de Yaya la cual,
ruborizada cual botón de rosa acariciaba frenéticamente las caderas de Tamao.
Al
lado de la cama por fin, cayeron las últimas prendas que cubrían aquellos
blancos cuerpos suaves y delicados, el cabello largo y azulino de Tamao formaba
regueros de una obscura agua que se derramaba por los bordes de la cama, que
impregnaba el cuerpo de aquella con quien compartía su soledad y aislamiento.
Breves
minutos de caricias, besos y abrazos después, Yaya estaba sobre el cuerpo de
Tamao, aferrando con pasión y deleite las sabanas blancas de la cama de la
habitación de ésta última, sus caderas al parecer habían adquirido voluntad
propia y se balanceaban con fiereza y éxtasis sobre las de una azorada Tamao
que observaba el ímpetu con el que su amante la mimaba.
Fue
entonces quizás cuando Tamao se dio cuenta de que posiblemente, no estaba
sola... que sí tenía a alguien a su lado, y dio gracias de que fuera Yaya, una
chica que sabía muy bien lo que ella había sufrido, pues lo habría vivido en
carne propia.
Los
amorosos brazos de la chica de cabellos azulinos estrecharon con ternura el cuerpo
bañado en sudor de aquella que con tan apasionado esfuerzo intentaba borrar de
su alma el dolor que había presenciado en el comedor.
–Gracias,
Yaya-chan...
Yaya
se detuvo en seco, abrió los ojos y miró a Tamao quien debajo de su cuerpo le
sonreía con ternura.
Algunas
traicioneras lágrimas danzaron en los ojos de Yaya quien se recostó sobre el
cuerpo de Tamao para darle un suave y profundo beso.
–Creo
que me he cansado, Tamao, dame un respiro y terminaremos... –dijo Yaya apoyando
su rostro enrojecido sobre los pechos de Tamao.
–No
hace falta, con esto me basta... me has hecho sentir especial... –dijo Tamao
acariciándole el cabello mojado en sudor.
–Pero
es que yo quiero... hacerte sentir bien... –dijo Yaya.
–Ya
lo hiciste... gracias...
Yaya
levantó su rostro hacia el de Tamao y cerrando los ojos besó con dulzura a
Tamao en los labios con delicadeza
Shizuma
caminaba por el bosquecillo que circundaba Astræa Hill, miraba los árboles, sus
hojas, sus mil formas, y por primera vez, ante el viejo árbol que fuera mudo
testigo de una entrega total de su parte, pudo sonreír una vez más...
–Oh,
destino, no me podías ser mas favorable... estoy aquí, con ella... y se han
alargado las clases... universidad aquí... junto a ella... podremos seguir
durmiendo bajo las mismas sabanas... podremos seguir siendo... lo que somos...
–¿Y
que son? –murmuró una voz.
Shizuma
se dio vuelta, una figura se acercó a ella, paso a paso, hasta que las sombras
que proyectaban los árboles permitieron dejar ver la identidad de aquella
sombra.
–Miyuki...
La
aun presidenta del consejo estudiantil de Miatre, Miyuki Rokujou se acercó
hacia la anterior Étoile... con paso lento.
–Shizuma...
Las
dos se miraron largamente, en silencio, la sombra de un pájaro, fugaz, efímera
como un respiro, o como el aliento calido en una ventana helada atravesó la
distancia que las separaba.
–Aun
tendremos que aguantarnos un tiempo mas, ¿He? –dijo Miyuki.
–Aún...
–repuso Shizuma.
–Me
alegra que vuelvas a sonreír como antes...
–Es
por ella... pero no solo por ella... durante este ultimo año me he dado cuenta
de muchas cosas a mi alrededor que no notaba...
–¿Qué
cosas?
–Que
la otra razón mas importante para mi, eres tu...
Shizuma
se acercó hacia Miyuki.
–Por
favor, Shizuma, no juegues mas... algún día terminaré creyéndote... y no
quiero...
–Créeme,
Miyuki... a ti también te amo...
–Pero...
¿Qué hay de Nagisa-chan?
–No
porque el sol brille para una persona no signifique que brille menos para las
demás, ¿No te parece?
–Me
parece que esto seria engañar a la pobre niña... Shizuma, te adora...
–Y
yo a ella... pero... ¿Cómo puedo contenerme? He estado contigo hace tanto... y
apenas noté tu presencia... tu, mi ángel, mi todo...
Las
mejillas de Miyuki se ruborizaron mientras las manos de Shizuma la tomaban por
el mentón, sus rostros comenzaron a acercarse.
–Shizuma...
detente... por... por favor...
Quizás
fue en ese entonces cuando por fin Miyuki Rokujou se dio cuenta de que Shizuma
Hanazono causaba en ella el mismo efecto que en las demás muchachitas de recién
ingreso, se petrificaban ante la mirada de aquella deidad majestuosa... se
quedaban extasiadas, perdidas en aquellos maravillosos ojos color oro.
Una
bofetada resonó en aquel silencio, Miyuki se había apartado algunos pasos de
Shizuma después de soltarse...
–Idiota,
no seré yo quien arruine la felicidad de esa pobre chica, si tu así lo deseas,
bien por ti, pero no cuentes conmigo... ¿Lo oyes? No cuentes conmigo...
Una
sonrisa burlona se posó en los labios de Shizuma, su mejilla izquierda estaba
enrojecida debido a la bofetada de Miyuki.
–Esta
noche... iré a visitarte... deja la puerta abierta... no tocaré... ponte algo
sexy... ya sabes... algo con encajes, algo con muchos encajes... arréglate como
solo tu sabes hacerlo... y espérame... a las dos de la mañana...
Un
furioso rubor cubrió las mejillas de Miyuki, sus ojos se abrieron enormes,
descompuestos, y el silencio se volvió a romper con dos nuevos reveses casi
seguidos.
–Agradece
que somos amigas o sino te acusaría de acoso...
Shizuma
aun tenía la voluntad de sonreír aunque sus dos mejillas estaban muy
enrojecidas.
–A
las dos... –murmuró Shizuma dándose vuelta y echándose a andar.
Un
golpe resonó en la puerta de Tamao, ella y Yaya dormitaban sobre la cama, sus
cuerpos suaves se apretaban en un dulce abrazo interrumpido por los
impertinentes golpes.
–Tamao-chan...
–resonó en el exterior.
Yaya
y Tamao salieron de su sopor casi de golpe y, sorprendidas, aguardaban.
–Tamao-chan...
soy yo... Hikari...
Yaya
sintió que su cara se puso de todos los colores al escuchar la voz.
–Vine
para que tomáramos el té...
–Ah,
Hikari-chan... ¿Podrías esperar un poco en lo que me pongo presentable? –dijo
Tamao.
–Claro,
¿No se te habría olvidado que iba a venir?
Tamao
se dio un golpe en la frente con la palma de su mano con coraje contra si misma
mientras recordaba la conversación del día anterior.
–No,
por supuesto que no...
Yaya
no sabia que hacer, se levantó de golpe, recogió su ropa y se encerró en un
armario aguardando a la espera.
Tamao
se levantó se arregló en un dos por tres el uniforme, medio arregló la cama y
se peinó también a medias por las prisas.
La
puerta se abrió para dejar ver a una sonriente Hikari.
–Pasa,
Hikari-chan. Por favor disculpa mi descortesía de hacerte esperar.
–No
hay problema, espero no llegar en mal momento...
Tamao
pensó que no llegaba en mal momento, llegaba en el peor...
–No,
esta bien... ¿Quieres entonces que prepare té?
–Me
agradaría... eres la mejor en eso...
Yaya
dentro del armario se debatía por obtener espacio entre todas las cosas que
tenia Tamao, algo en particular tocaba sus pies desnudos y varias cosas
prácticamente la martirizaban, así, desnuda, sujetando su ropa con ambas manos
y en medio de sabrá dios que tantos trastos se dio cuenta de lo cómico de su
situación.
–Estoy
segura de que algún día me reiré mucho de ésta situación, pero hoy no, definitivamente.
–pensó Yaya.
Ese
cajón, ese bendito cajón le estaba torturando los pies, se agachó para moverlo,
en si no era un cajón como tal, quizás una caja de madera cerrada, ¿Qué
contendrá? La mente de Yaya se intentaba distraer con alguna cosa, no quería
imaginar que Afuera, estaban Hikari y Tamao y que ella estaba allí, en el
armario.
–No
creo que a Tamao-chan le moleste si echo un pequeño vistazo. –pensó Yaya
intentando restar importancia al exterior.
La
caja se abrió, dentro había un objeto largo, como de unos sesenta centímetros
de largo, Yaya de inmediato supo que era un elegante bastón a pesar de que muy
escasa luz entraba por algunas rendijas, la empuñadora de hierro con forma de
una garra sujetando una piedra, vaya, a Tamao si que le agradaban los objetos
curiosos.
–Es
hermoso, pero, ¿Para que lo guardara Tamao-chan aquí? Nunca lo ha sacado, nunca
lo había mencionado, es más, hasta hoy me entero de que Tamao-chan tenía en su
poder un bastón como éste...
Tamao
servía té en dos tazas, una frente a la otra en una mesita de centro, Hikari
notó que las manos le temblaban levemente mientras servía.
–Tamao-chan...
¿Te sientes bien?
–Si...
¿Por qué no habría de estar bien?
–Es
que te noto rara...
–¿Cómo
rara?
El
corazón de Tamao comenzó a latir con mas y mas fuerza, algo definitivamente no
iba bien... ¿Por qué demonios había quedado con Hikari?
–Bueno,
supongo que quizás son mis nervios, no he dormido muy bien últimamente... –dijo
Tamao sonriéndole afectadamente a Hikari.
–Debe
ser estrés, pero, ni siquiera estamos en exámenes...
–Ah,
yo y mis cosas, ya se me pasará... solo necesito un poco de descanso...
–Entonces
supongo que deberías descansar hoy, lamento haber venido, me voy a dar la
vuelta... –dijo Hikari comprensivamente.
–Espera,
no hace falta que te vayas...
–Es
que es cierto, Tamao-chan, necesitas descansar, volveré mejor mañana por la
mañana, espero que te encuentres mejor.
–Bueno,
por lo menos tomate el té... –dijo Tamao sonriendo.
Hikari
asintió, tomó su lugar y comenzó a beberse el contenido de la taza tan
hermosamente diseñada con detalles dorados.
Algunos
minutos más tarde, Hikari se despidió de Tamao quien tras cerrar la puerta suspiró
hondamente, Yaya salio del armario ya medio vestida, algo pálida pero aliviada.
–Cerca,
¿No? –preguntó Tamao.
–Yo
diría más que eso...
–Bueno,
después de un antecedente así, creo que por hoy deberíamos decirnos Buenas
Noches.
–Tienes
razón. Tamao, pasa buenas noches... –dijo Yaya terminando de vestirse.
Shizuma
estaba en su cama recostada, mirando la puerta, esperando que en cualquier
momento apareciera Miyuki vistiendo el elegante corsé y conjunto azul que tanto
le gustaba, ensoñaciones un tanto ebrias quizás.
Pero
las ensoñaciones son producidas por fantasmas etéreos que nos susurran al oído
lo que podría ser o no ser, como en la tragedia de Hamlet.
Su
pensamiento volaba con mil fantasías, mil maneras de poseer aquella a quien
deseaba ahora, ¿Un capricho? No, o quizás tal vez si... ¿Quién podría saberlo?
Su
naturaleza tan voluble se convertía en algo imposible de soportar por alguien
como Miyuki, muchas veces en el pasado intentó seducirla, pero Miyuki
magistralmente sabia alejarse, sabia sonreírle y cortésmente alejarse de ella
con un comentario tan ingenioso e hiriente.
–Shizuma,
me lastimarías... –decía Miyuki enfatizando su comentario con una sonrisa.
–Tonta...
–murmuró Shizuma. –Eres muy tonta, pero así y todo estarás conmigo...
El
rostro de Tamao brilló en la noche, sus ojos se abrieron, sus pupilas se
dilataron, algo estaba ocurriendo... algo nuevo... la sensación de cosquilleo
en la lengua primero, luego el enrojecimiento de los ojos, el entumecimiento
progresivo de la lengua, la percepción temblorosa, el mundo en llamas, la
visión no fue grata.
Su
cuerpo se sentía liviano, sus dedos bailaban fantasmagóricos y sutiles...
etéreos y errantes a través del espacio en su cuarto, su cara, brillante,
fragante, sin saber si un dulce olor amargo que flotaba mágico y palpable y era
su sudor y el de Yaya fundidos en uno solo en su cuerpo o solo la sensación de
embriaguez que comenzaba a agarrarla por fuerza de los cabellos como una arpía
que, empuñando en la otra mano un hacha certera aguardara el momento propicio
para asestarle un fuerte golpe a su cuello y cercenarle la fuente de su razón,
su cabeza.
–Acéfalo...
–murmuró Tamao.
Y
ante su vista aparecieron vastos universos... planetas girando, pariendo
imágenes estelares... en la negrura infinita del cosmos.
Y
una figura ante ella.
Una
figura trémula.
Vacilante.
Casi
monstruosa.
–Hola,
Tamao Suzumi. –murmuró la forma, el bulto o la cosa que estaba frente a ella.
–¿Quién
eres?
–Yo
soy tu, y tu eres yo... –murmuró la forma.
–Explícate...
–Soy
todos tus deseos reprimidos, soy tu sed de sangre, soy la imagen perversa de
ti, pero así y todo sigo siendo tu... ¿Lo entiendes?
–No...
–Me
sorprendes, pensé que sabrías distinguirme cuando llegara, no temas, no te haré
daño, no a ti... pero las demás que se cuiden...
–¿Las
demás?
–Si,
todas y cada una de aquellas que te han lastimado, que te han hecho sufrir,
haré que paguen caro el habernos lastimado...
–Pero
yo no quiero vengarme...
–Lo
quieres... lo quieres en lo mas hondo de tu corazón, sino ¿Por qué existo?
–Déjame...
–No,
tu me conjuraste, ahora afronta las consecuencias, además, te prometo que será
divertido, piensa, podrás cometer todos los actos terribles que quieras, puesto
que tu cara no será la culpable, será la mía... ¿Entiendes? Con mi imagen y con
mi persona puedes hacer y deshacer lo que tú quieras... el placer será solo
tuyo y mío... The Dark noon is
now there, my sweet lady... in hands of Hyde…
Tamao
cerró los ojos, su mente estaba confusa, la imagen se acercaba a ella de manera
tentadora y sensual, era parecida a su misma persona en muchos aspectos, los
mismos cabellos, aunque los de su contraparte parecían mas obscuros, casi
negros... los ojos denotaban una fiereza, odio y lujuria casi infinitos, su
apariencia entera era abominable...
Al
primer golpe Tamao no supo comprender bien qué demonios ocurría, qué era lo que
esa sombra le inspiraba. Pero después lo intuyó hasta hacerlo una certeza, era
repulsión, su contraparte le causaba una repulsión terrible, tanto mas que
dicha imagen era la suya, pero retorcida.
Los
ojos aparte de la fiereza, odio y lujuria estaban por demás decir que no eran
los suyos, en absoluto. Parecían los de un demonio recién escapado del
infierno.
–Si,
nena, del infierno que viene... ven aquí... deja que cubra tus miedos con mi
euforia y que mi rabia ocupe el lugar de tu tristeza... te dejaré ver...
Tamao
cerró sus ojos, las imágenes de Shizuma y Nagisa haciendo el amor eternamente
ante ella la abrumaron, aquella desgraciada imagen era mas de lo que podía
soportar, el dolor era tan grande como los gritos de placer de Nagisa.
Una
sonrisa de satisfacción y lujuria eternas marcadas en los labios de Shizuma
quien copulaba con calma, con ganas, sabiéndose poseedora de todo aquel terreno
conquistado, copulando con lentitud y victoria a Nagisa, ¡A su Nagisa!
Y
Nagisa solo sonreía, jadeaba, gemía, gritaba y pedía más...
Dios,
como quiso arrancarle esa sonrisa de los labios a punta de golpes si era
necesario, y a Shizuma... a Shizuma...
–A
ella la mataré lenta y metódicamente... como estaba jodiendo a esa perrita de
Nagisa-chan... esto será glorioso... –murmuraron los labios de Tamao, sus ojos
fieros y su piel recién nacida miraron en torno, ya no era el lugar lóbrego,
estaba en Strawberry...
–Bien...
estoy... AFUERA!!!
Continuará
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